Una intención estética con la Palabra

Blog creado por Alberto Peyrano
© 2010, Buenos Aires (Argentina)


martes, 29 de marzo de 2011

Vicente Aleixandre (España)


SE QUERÍAN

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

Vicente Aleixandre (1898-1984)
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viernes, 25 de marzo de 2011

Patricia Téllez (Chile)


CÓMO ME DUELE TU NOMBRE

Cómo me duele tu nombre
cuando lo llamo
como súplica viviente...
en mi garganta dolorida.

Se atraganta como espina
hiriendo mi ser y acaso
hasta hacer sangrar la angustia
en esta pobre alma mía.

Cómo me duele tu nombre
cuando lo llamo
desde la frágil sombra
de mi soledad perdida.

Entre las tinieblas de un fugaz ocaso
como un jardín de rosas
en mi pecho marchitas.

Ay...cómo duele tu nombre
en mi quebranto
llanero de mis sombras benditas
donde tejo mis lamentos, y mis pesares
simulando que es la luz de tu sonrisa.

Cómo me duele tu nombre
en mis entrañas
en la soledad de mi noches heridas.
cae como si fuera una ahorcajada
que va empuñando la vida mía,

Tú eres rey en mi baraja de ensueños
que vas rimando mi profecía...
Yo...Yo sólo soy la angustia, la sola angustia
de seguirte amando todavía

Entre las tinieblas de un fugaz ocaso
me ha desangrado el pecho en carne viva
tu nombre al igual que tu retrato
se me han clavado aquí, como una espina

Y me duele tanto cuando lo llamo
como mis ojos al contemplar tu sonrisa
en aquel retrato enamorado
donde atrapó a tus ojos
la existencia mía...

Y pensar que te quiero tanto
como nunca te han querido en esta vida
Cómo...me duele tu nombre cuando lo llamo
menestral en mi tierra enardecida

Ese amor que duele de tanto amarte
desde mi sed carnal atardecida...
ese amor que duele al desahogarse
entre las sedas de tu voz...aquí prendidas.

Chusca que se arremete
desde la arena de tus pupilas
cuando miro tu retrato y contemplo
que miran con tantas lejanías...

Oh...la ausencia de tus ausencias
azota marejadas en mi vida
azota mi alma que se consuela
buscando un refugio en tu sonrisa...

Cómo me duele tu nombre
cuando lo llamo
que en mi garganta sangra como una herida.
y saboreo la amarga sal de mis nostalgias
por seguirte amando todavía...

© Patricia Téllez
De su libro "Los salones del alma"
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martes, 15 de marzo de 2011

Juan Gelman (Argentina)


GOTÁN

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención, atención, yo gritaba atención,
pero ella invadía como el amor, como la noche.
Las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté,
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

© Juan Gelman
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jueves, 3 de marzo de 2011

Tomas Venclova (Lituania)


COMENTARIO

Lo primero, aunque cueste, es venerar la lengua;
humillada en los renglones de la prensa, en falsas necrológicas,
en sombrías alcobas asfixiantes, en delaciones, en el griterío del
mercado,
en las trincheras, en esquinas malolientes, en infames teatruchos,

en interrogatorios y en paredes de urinarios.
En edificios grises donde alambradas de acero custodiaban
un sinfín de escaleras, donde ya no es el hombre, sino el tiempo,
quien determina cuándo debe llegar el momento de la muerte;

deshilachada, ronca y torpe por el bullicio
y la rabia. Venerar, pues, la lengua,
exiliada en la tierra con nosotros, de manera
que incluso en ella encuentra su reflejo,

el verbo originario, engendrado en otros universos.
Nos fue dado para distinguirnos de la arcilla,
la palma y el tordo, y tal vez, por qué no, de los ángeles,
para entender mejor las cosas al nombrarlas.

Aquellos que esperan recuperar el espacio perdido
purificando la lengua han de tener muy en cuenta
que el fracaso les acecha en cada esquina. Porque sabido es
que las puertas se van alejando cuanto más te aproximas a ellas;

el don compensa la pérdida; lo construido
pronto será un montón de ruinas. Y jamás llegarás a un paraíso extranjero
–porque muchos son los paraísos–. Quien un día lo alcanza
borra sus propias huellas y no tarda en extraviar la llave.

Dicen que no eres más que un instrumento. Te dicta
una fuerza que, si pudieras ver, te dejaría ciego.
No es así, exactamente. Subes en sueños la escalera de Jacob,
a tientas, gastando fuerzas que no tienes, sin red que te proteja,

esperando que alguien te acoja –o no–, allá en lo alto. Tal vez
se ponga de tu lado, y él mismo ordene las palabras,
cambie una vocal, precise la sintaxis, el calificativo.
Pocas veces ocurre, pero puede ocurrir,

y entonces sientes que aquello que has creado está bien,
porque las letras fluyen por el folio como el légamo en el río,
y de pronto aparece el matorral, la ribera y la ciudad tras ella.
Y es mejor que no sepas quién lo leerá (si al final es leído).

© Tomas Venclova

Traducción del lituano de © Pietro U. Dini y Albert Lázaro-Tinaut
http://impedimentatransit.blogspot.com/
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martes, 1 de marzo de 2011

Jose Luis Appleyard (Paraguay)


TÚ, DEL SUR

Tú, del sur,
de esa tierra
que huyendo de los trópicos se sumerge en el río;
de allá donde se borran las fronteras del alba,
de allá donde florece la arena en la simiente,
de allá trajiste, niña, tus ojos de agua y malva.

En las manos de espuma del viento sur crispado
tú viniste, pequeña;
aún están tus cabellos aromados de espigas
y de campos tranquilos,
y hay un verde remoto de movidos maizales
en tus ojos, sureña.

Del norte va mi voz
en brújula de sueños
buscando abierta y dulce la rosa de los vientos
para saber del sur,
y saber que en él vibra
la canción de un arroyo
de palabras inmensas
que le roba a tus ojos
la guaca transparencia
para teñir el mar.
Del norte va mi voz
hacia las noches claras
que tiemblan en las aguas del Ñeembucú dormido.
Del sur viene tu nombre
aún mojado de estrellas,
hecho luz en la calma rumorosa del río.

© Jose Luis Appleyard
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