Una intención estética con la Palabra

Blog creado por Alberto Peyrano
© 2010, Buenos Aires (Argentina)


martes, 28 de febrero de 2012

Evaristo Carriego (Argentina)


RATOS BUENOS

Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos
reviven en las noches de verano!...
Se queja una guitarra allá a lo lejos
y mi vecina hace reír al piano.

Escucho, fumo y bebo en tanto el fino
teclado da otra vez su sinfonía:
el cigarro, la música y el vino
familiar, generosa trilogía...

...¡Tengo unas ganas de vivir la riente
vida de placidez que me rodea!
Y por eso quizás, inútilmente,
en el cerebro un cisne me aletea...

¡Qué bien se está cuando el ensueño, en una
tranquila plenitud, se ve tan vago!...
¡Oh, quién pudiera diluir la luna
y beberla en la copa, trago a trago!

Todo viene apacible del olvido
en una caridad de cosas bellas,
así como si Dios, arrepentido,
se hubiese puesto a regalar estrellas.

¡Qué agradable quietud! ¡Y qué sereno
el ambiente, al que empiezo a acostumbrarme,
sin un solo recuerdo, malo o bueno,
que, importuno, se acerque a conturbarme!

Y me siento feliz, porque hoy tampoco
ha soñado imposibles mi cabeza;
en el fondo del vaso, poco a poco,
se ha dormido, borracha, la tristeza...

Evaristo Carriego (1883-1912)

lunes, 13 de febrero de 2012

Alberto Rojas Jiménez (Chile)


CARTA-OCÉANO
(Fragmento)

Yo era el poeta vestido de niño
en el año triste en que los niños rompen las flores.
Ningún hombre me dijo nunca que debía cantar.
Corría la luna por detrás de las nubes.
El sol quemaba los frutos y el lomo de los cerros.
Mis manos buscaban luciérnagas
en la sombría humedad del invierno (…)

Infancia triste rayada de oraciones.
En la noche el galope de los caballos
amedrentaba mi sueño, y el sol tardaba en llegar.
Hubo una vez un circo.
Una mujer verde se balancea en mi memoria
colgada de un trapecio.
Admiré los peces dorados en el agua de plata.
Lloraban los campanarios al caer de las tardes.
Hay un volantín dormido en el cielo de mi infancia.

Adolescencia acodada al marco de las ventanas,
comenzó por entonces la canción que hoy continúo.
Era la vieja historia del arcoiris y la palabra amor.
Vi cruzar sin asombro el primer aeroplano
y subí sobre mi casa para tomarlo en las manos.
Era la edad doliente del deseo y la espera.
Vestido de negro acompañé el primer funeral.
Entonces vieron mis ojos el retrato de los héroes
adornando las vidrieras de todas las farmacias.
La casa se llenó de convidados.
Escribí la primera carta.
Me llevaron hasta un puerto para mostrarme el mar.

Alberto Rojas Jiménez (1900-1934)
.

martes, 7 de febrero de 2012

Norma Segades - Manias (Argentina)


LOS JUBILADOS.

“Ha cambiado este país pero los dioses siguen exigiendo
sacrificios humanos cada día.”
... Livia Díaz (México)

En aras de qué dioses habrán de aniquilar sus esperanzas
cuando se oculte el día sobre el perfil del mundo
y no encuentren jornales que defiendan sus vísceras desgarradas de pena
y estalle el sacrificio
ante los ojos de la indiferencia,
ante la furia seca del verdugo.
En qué altares sin nombre
se alzará la obsidiana que desnuque sus sueños de víctimas sitiadas.
En qué piedra solemne, ebria de codornices,
perpetrarán los ritos de sus muertes, repudio tras repudio.

Por cuáles acueductos, cuáles horrendas jícaras de cuarzo
derivará su sangre, su silencio profundo.
Hacia dónde sus coágulos de asombro desvelado por las voces del miedo.
Hacia dónde sus huellas.
Hacia dónde el honor que les saquearon
a golpes de vergüenzas y perjurios.
Sus gestos naufragantes
orillan los confines donde anda la impotencia lacerando el olvido,
confirmando la infamia del martirio alevoso,
tensando las urdimbres que restauren sus hilachas de orgullo.

Eternos desterrados de los siempre lejanos paraísos,
admitiendo la sombra como único refugio,
sabiendo que sus días habrán de ser iguales a todas sus miserias,
igual en los colmillos,
igual en el linaje condenado,
en la cruel dinastía del mendrugo.
Después de haber cavado,
después de haber construido los rotundos cimientos de esta patria injuriosa
que no respeta rostros de intensas cicatrices
acorralados por centurias ciegas en mitad del crepúsculo.

© Norma Segades - Manias (Santa Fe, Argentina)
De su libro "Desde otras voces"

viernes, 3 de febrero de 2012

Ezequiel Martínez Estrada (Argentina)


EL MATE

De ti a mí, mano a mano,
el mate viene y va.

El mate es como un diálogo
con pausas que llenar.
(Darío lo ha llamado
calumet de la paz)
Niño que se ha dormido
cansado de llorar.
Y aún suspira, la lluvia
cae sobre la ciudad.

El brasero sus brasas
aviva fraternal
y como en la charada
llena todo el hogar.
De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va.

Nos quedamos callados
mirando sin mirar
un cuadro, un libro abierto,
un reflejo fugaz.
Tenemos una pena
como de soledad;
nos falta un hijo y algo
que no tendremos ya.
El reloj da la hora
de la serenidad
y grano a grano cuenta
arenas en el mar.
La lluvia se diría
que liquida el cristal,
El brasero calienta
el frío del hogar.

De ti a mí, mano a mano,
el mate viene y va.

Hace poco perdimos
un amigo ejemplar,
perdimos un hermano
de exquisita bondad
Se le escapó la vida
antes de comenzar
Presente en el silencio
sabemos bien que está,
pero callamos porque
no podemos hablar.

Tú principiaste un cuadro,
yo un libro; y ahí están
sin terminar las manos
la estrofa sin final
De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va.

Llevamos siete años
de vida conyugal
y nuestro amor reclina
su frente en la amistad.
De los viejos proyectos
casi no hablamos más;
hay algo que nos dice
de un fracaso brutal.
Nos miramos con pena
durmiendo sin soñar;
nos ha engañado el sueño,
ya no soñamos más.

De ti a mí, mano a mano
el mate viene y va;
viene a mí fervoroso,
casi frío a ti va.

No hay más luz que las brasas
ni más calor quizás.
Mi cigarrillo quema
sustancia sideral
y como se ve poco
no nos vemos llorar.

Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964)
Imagen: Ezequiel Martínez Estrada y su esposa, Agustina.